REDIMIDOS
POR LA CRUZ
La muerte en la cruz era la forma más vergonzosa de morir que había
en el mundo antiguo. Nunca se utilizaba para ejecutar a un ciudadano, por el
contrario, solo se utilizaba para esclavos, extranjeros y sediciosos. La cruz
se levantaba por dos razones: a) maldición y b) vergüenza. El condenado, estaba
maldito, por eso no toca la tierra, para no mancharla- La Biblia nos dice que todo
el que muere en un madero es maldito. Leer. (Gal 3:13)
13Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es
colgado en un madero),
También se levantaba la cruz para avergonzar a la persona por su
delito y por eso se colgaba en un lugar alto para que todo el mundo
observara como el “criminal” se asfixiaba cuando el peso de su caja torácica
hacía presión contra sus pulmones y no le dejaba respirar
¿Que implica la muerte en la cruz?
Ese día el Señor estuvo en su máxima debilidad, había sido azotado, las
espaldas todavía estaban sangrantes. Había sido también herido en su frente. Se
le había puesto una corona de espinas. De seguro, su rostro estaba también
lleno de sangre. Y a causa de la sed, de los golpes y del dolor, su rostro
estaba desfigurado.
Tenemos que saber que, en su muerte en la cruz, el Señor Jesús estaba
realizando prodigios, hechos portentosos, y estaba obteniendo victorias
tremendas, aunque los hombres sólo veían a un malhechor moribundo.
Espiritualmente, lo que ocurrió allí tiene alcances tan trascendentes, que
nosotros pasaremos la eternidad escudriñando, profundizando, analizando,
describiendo y alabando la obra portentosa que ocurrió ese día. Como somos
nosotros tan frágiles, tendemos a olvidarnos de lo importante de ese momento.
Quisiera, con la ayuda del Espíritu Santo, compartir con ustedes algunas de las
cosas que ocurrieron –espiritualmente hablando– en la cruz del Calvario.
Este gran sacrificio de Jesús no fue entendido plenamente ni por sus
discípulos ni por la humanidad de aquella época. Y es que tal evento
involucraba nada más ni nada menos que el plan de la salvación. Este plan se
centra en la cruz del Calvario, por lo tanto, no podía ser comprendido plenamente
hasta después de ese evento.
Veamos algunas de las más importantes:
Nos Reconcilio
Los que éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios. Leer. (Rom.
5:10).
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de
su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.
De modo que hoy día ya no somos enemigos. Pero para dejar de ser enemigos y
venir a ser cercanos a Dios tuvo que ocurrir algo. Alguien tenía que ponerse en
medio. Dios estaba en un lado, nosotros en el otro. Cuando el Señor Jesús fue a
la cruz –por decirlo así– tomó con una mano la mano de Dios y con la otra tomó
la nuestra, y nos acercó. En el momento en que Dios tomó nuestra mano, Jesús
tuvo que soltar ambas: tuvo que morir. Fue dejado por Dios y aborrecido por
nosotros. Así, el Señor pagó el precio para que nosotros fuésemos reconciliados
con Dios.
La reconciliación no es producto de
que nosotros hayamos aplacado su enemistad haciendo buenas obras. Tampoco es
producto de que Dios se haya olvidado de que éramos enemigos. No es producto de
ninguna de estas dos cosas. Es producto de que en medio de ambos se puso Uno
que aceptó morir para derribar nuestra enemistad. ¡En la cruz del Calvario
fuimos reconciliados con Dios! Lee (Col.1:21-22).
21 En otro tiempo ustedes, por su
actitud y sus malas acciones, estaban alejados de Dios y eran sus enemigos. 22
Pero ahora Dios, a fin de presentarlos santos, intachables e irreprochables
delante de él, los ha reconciliado en el cuerpo mortal de Cristo mediante su
muerte
¡Tenía que morir, su cuerpo de carne tenía que ser herido! No hay
reconciliación sin derramamiento de sangre, y sin que Jesús muriera en la cruz.
La muerte de Cristo en la cruz reconcilió a todo el universo con Dios,
incluyendo tanto las cosas que “están en los cielos” como las que “están en la
tierra”.
Nos Redimió
Pero también, además de reconciliarnos allí, el Señor nos redimió.
‘Redimir’ significa ‘comprar’ o ‘rescatar’. Para explicar lo que esto
significa, vamos a ir al Antiguo Testamento. Según la ley, cuando un judío
empobrecía, él podía vender sus animales y aun sus tierras a su vecino que era
rico, para pagar las deudas. Podía llegar el momento en que ese judío pobre lo
había vendido todo; no le quedaba nada a qué echar mano, estaba en bancarrota.
Pero la ley permitía que él fuera donde su hermano rico y le dijera: «No tengo
nada más que venderte, así que me vendo a ti como esclavo». Entonces el rico le
ponía un precio, y lo compraba. Ya no era más libre, ahora era un esclavo.
Pero de acuerdo a la ley también podía suceder lo siguiente: que este
hombre tuviera un pariente rico que dijera: «Tengo suficiente dinero. Voy a
rescatar a mi pariente para que deje de ser un esclavo». Ese acto de ir, y
comprarlo, y sacarlo a la libertad se llamaba ‘redimir’ o ‘rescatar’.
Ahora, podemos aplicar esto a nosotros. Estábamos en bancarrota, nuestros
pecados se habían amontonado sobre nosotros; no podíamos presentarnos delante
de Dios. No éramos libres, éramos esclavos. Nos habíamos vendido nosotros, y
aun nuestra mujer, nuestros hijos, nuestra casa, todo. ¡Y de pronto aparece un
Pariente rico que nos compra! ¡Aparece Uno que es tan poderoso y tierno que,
cuando nos vio cautivos, vino y dijo: «Yo los compro». La Palabra dice: (1ª
Pedro 1:18).
«Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir … no con
cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo,
como de un cordero sin mancha y sin contaminación»
Con todo, hay una enorme diferencia entre este Pariente rico y todos los
parientes ricos que redimieron en Israel. Todos ellos pusieron su dinero, ¡pero
Jesús no puso su dinero: él pagó con su cuerpo y su sangre!
¡Ese fue el precio de nuestro rescate! Fuimos redimidos, no con cosas materiales,
sino con la sangre preciosa de Cristo.
Nos abrió el camino al Lugar Santísimo. Leer. (Hebreos
10:19)
Esto significa que ese velo que se
rompió cuando el Señor Jesús murió, era una metáfora, una alegoría. En realidad,
ese velo se rompió allí porque había otro –el verdadero velo– que se rompía en
ese momento.
¿Te acuerdas de esa lanza que atravesó el costado del Señor y de las
heridas en sus manos? Sí, fue roto el velo, estaba lleno de heridas, la sangre
se escapaba por todos lados. Ese velo que había entre el Lugar Santo y el Lugar
Santísimo era una obra primorosa, tenía querubines bordados con oro. Era algo
sagrado, pero ese día se rompió. Con todo, ese velo era sólo una sombra.
¿Te imaginas cómo sería el cuerpo del Señor Jesús, lo santo, lo puro?
Externamente, estaba muy delgado. Hacía días que no había comido bien. Estaba
lleno de sangre. Pero ese cuerpo herido nos abrió el camino al Lugar Santísimo.
El sumo sacerdote entraba una sola vez al año al Lugar Santísimo. Sin
embargo, nosotros, todos los días, a cada hora, cada minuto, en cualquier
lugar, podemos entrar en el Lugar Santísimo, podemos contemplar la gloria de
Dios y postrarnos delante de él. Ese lugar está conectado con el cielo, ángeles
bajan y suben llevando nuestra alabanza y también nuestras oraciones..
CONCLUSION:
Cuando el
clamor de la cruz: “Consumado es”, resonó por todo el universo, fue reconocido,
no como una admisión de derrota, sino como una exclamación de victoria sobre
Satanás. El diablo nunca supo que su causa estaba perdida y que le quedaba ya
muy poco tiempo, hasta que Jesús murió como vencedor en la cruz del Calvario.
La cruz
es la mayor evidencia del amor de Dios.
Siendo
enemigos, nos reconcilió; se puso en medio para que pudiéramos tomar la mano de
Dios. Estando en bancarrota, nos rescató y nos hizo libres. Siendo ajenos a los
pactos y a las promesas, él selló con su sangre el nuevo pacto para nosotros. Y
también nos dio acceso al Lugar donde el hombre se encuentra con Dios.